“Ya que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos” —Romanos 2:15.
Es interesante reconocer cómo funciona nuestro corazón y conciencia. El versículo dice que nuestros pensamientos siempre están haciendo esas dos cosas, acusándonos o excusándonos.
Por un lado, aun el corazón regenerado por la obra de Su Espíritu continúa experimentando pensamientos de acusación —recordando nuestra vida pasada y llevándonos a cuestionar si en verdad el perdón de Dios ha sido completo, suficiente y efectivo. Esto nos afecta funcionalmente y se ve en la manera en cómo reaccionamos, cómo servimos y cómo expresamos nuestros sentimientos.
Esto se ve cuando tratamos inmediatamente y vehemente de defendernos al momento de ser criticados, o cuando tratamos de ganarnos, o por lo menos asegurar el perdón de Dios al servir. Cuando no podemos decir “no” por el miedo a la opinión de otros, o cuando nuestros miedos e inseguridades nos paralizan. Estos reflejan simplemente los pensamientos de acusación de un corazón que no está firme en el Evangelio.
Por otro lado, el corazón nos puede traer pensamientos de excusa por nuestras acciones aun cuando ya hemos experimentado la gracia de Dios en nuestra vida. Esta condición se refleja funcionalmente cuando el sentimiento de justicia propia crece en nosotros — cuando el pecado de los demás nos molesta más que nuestro propio pecado, y cuándo nos sentimos más espirituales, o mejor cristianos que las personas a nuestro alrededor.
Es importante, entonces, entender estas dinámicas en la vida de fe, diagnosticar la condición de nuestro corazón al ver los síntomas externos en nuestra propia vida y aplicar la medicina del Evangelio para ambas condiciones del corazón.
Necesitamos discernir la obra del Espíritu Santo a través del estudio de Su Palabra, arrepentirnos de no creer y valorar el evangelio cuando nuestro corazón nos acusa o excusa y alinearlo a la objetiva realidad de nuestra verdadera condición ante el único Juez Supremo que nos justifica y libera en Él.
Piensa en esto; encuentra tu descanso en Él.